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Carta de Willy Salazar al pintor Guillermo Guzmán Manzaneda

Carta de Willy Salazar al pintor Guillermo Guzmán Manzaneda

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Wilfredo Salazar Gonzales es artista plástico. Antes de los veinte años conoció a Guillermo Guzmán Manzaneda (uno de los grandes pintores de Huancayo, pero esa es otra historia). Haber compartido con Guzmán hizo que decida cambiar la carrera de Sociología en la Universidad Nacional del Centro del Perú  y estudie en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

Hoy Wilfredo, Willy para los amigos, nos comparte una carta escrita a su amigo Guillermo donde recuerda como el pintor concebía el proceso creativo de sus obras.

Conocí a Guillermo tal ves en el 73, junto a un grupo de mozalbetes visitábamos su taller en el jirón Callao, le llamábamos “Moa”, él nos usaba para algunos mandados, cargábamos las coronas y aparatos florales que hacía, alguna tarde le acompañaba a ofrecer algún cuadro aun posible cliente, él llevaba un yo el otro, y luego sin suerte volvíamos al taller a preparamos un café. Otras nos encontrábamos en la plaza de la Constitución, Huancayo tenía aquella vez solo dos semáforos, de allí íbamos a su casa en el jirón Amazonas, cafés, escritores, poetas, gringos, las medianoches, los hielos de junio, lluvias en enero, un tocadiscos dentro de un gran cántaro, Carmen Sevilla, zarzuelas, huainos cerreños y hasta Elvis Presley , una larga mesa con montones de longplays, García Lorca, “El Cuervo” de Poe; el gringo Carrasco el cholo Marino me miraban con recelo, allí me enseñó a preparar bastidores, lienzos, óleos él dibujaba con un trozo de carbón que sacaba de su fogón, pintaba con un cuchillo por espátula, me contaba de Huancavelica, de Cerro de Pasco, de Sabogal, Julia Codesido, Camino Brent, Chagall Anglada Camarasa, Ignacio Zuloaga, nos hacíamos dibujos que no he vuelto a ver.

Algunas tardes íbamos al campo con tableros, papeles y carboncillos, buscaba iglesias viejas, portones olvidados en Mito, San Jerónimo, contuchas en Huacrapuquio, conocía a la última de ellas, la mirábamos desde los matorrales, ella tenía vergüenza. Cuando encontrábamos unas lomas limpias tapizaditas de verde, tiraba sus dibujos al aire y se arrojaba cuesta abajo rodando como un barril, luego se sentaba y se reía torpemente, incorporábase y recitaba a García Lorca buscábamos un copón de agua ardiente en alguna tiendecilla remota media oscura, andamio y mostrador de burda madera donde vendían coca, velas, alguna kola, cigarrillos inca y nada más.

Otra noche sin premeditación fuimos a caminar entre las arboledas de Azapampa, La Punta, bordeando el río Chanchas, lo escuchábamos, caminando hablaba de los azules, los negros, llegando a Warivilca la mirábamos desde la noche, volvíamos de madrugada olvidando los caminos tratando de encontrar los violetas del amanecer, él me abrió las puertas del arte de los pintores, me enseñó el difícil camino de la libertad.

Cuando volvió de los Estados Unidos me hablaba de la Quinta Avenida , de las gringas que andaban en pleno invierno con ropas sintéticas, transparentes luciendo tetas blancas, los vagos a la vuelta de una esquina, de Filadelfia, no sé que más.

No estuve cuando murió, no lo vi, nunca más………. nunca más ……….

                                                                         Wilfredo Salazar Gonzales

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