Por: Pedro Ricce
La clase política peruana, salvo minúsculas excepciones, pareciera revelar una brutal amnesia democrática. O nunca supieron la definición, significado y sentido de la democracia. O la saben muy bien, pero no la desean, ni piensan y menos trabajan por ella.
Los pueblos milenarios, afincados en la extensión del Tahuantinsuyo, llamado hoy Perú, han pasado de la teocracia incaica, al virreinato español, a los caudillismos, a las dictaduras militares y finalmente a la dictadura de los oligopolios; estructuras políticas marcadas por el latifundio, el patriarcado, el racismo, la discriminación, el machismo y la violencia contra la mujer; para estos pueblos la democracia es una necesitad vital, pero es penoso evidenciar la decadencia y la perversión política, que oscila entre la demagogia y la oclocracia sin llegar a la democracia.
Actualmente hay una maquinaria que pretende hacer creer a la gente, por la fuerza y la mentira, que la democracia es ir a votar cada cinco años. Si la persona elegida traiciona, debe el elector soportar en silencio, si reclama es criminalizado, enterrando los derechos fundamentales en una polvareda medieval, para entregar concesiones mineras contra la voluntad del pueblo. Ni los atenienses, ni la Revolución Francesa redujeron la democracia al voto.
En Atenas votaban solo los ciudadanos, los hombres libres, que tenían nombre, autonomía económica, educación, salud y hasta belleza; las mujeres, los niños, los esclavos, los artesanos, agricultores y extranjeros no podían votar. Desde entonces la democracia era posible sólo con hombres libres.
La democracia para los franceses sin la liberté, la égalité y la fraternité, era imposible siquiera vislumbrarla. Sólo con los hombres libres de los yugos de las monarquías y las dictaduras; iguales sin ningún tipo de discriminación por origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o cualquier otra índole; hermanados por la naturaleza, la educación y la justicia se decían: “podemos construir la democracia”. Por eso la primera responsabilidad del estado que se pretendía democrático, fue hacer que sus ciudadanos gocen de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Para el Perú actual, un país con altísimo porcentaje de machismo, violencia contra la mujer y feminicidio, habría sido el signo de un Nuevo Perú democrático tener la primera mujer presidente de su historia, quizás habría significado el destierro de esas taras sociales. Sin embargo, la primera gobernante tiene características típicas de una dictadora sanguinaria, racista, demagoga y está aliada: con partidos políticos que más parecen mafias lavadoras de activos, vinculados al narcotráfico y a movimientos neofascistas; y con una Fiscal de la Nación también vinculada al narcotráfico y de dudoso grado académico. Entre tanta demagogia quizás para estas señoras la democracia y la “igualdad de género” son mantener el statu quo.
Así llegamos el 2023 al Día Internacional de la Mujer. Sin democracia y sin igualdad de género.
