Pedro Ricce
Este pueblo extraño, que no es un pueblo, que no es una nación, más bien son 55 etnias, con 48 lenguas oficiales, esparcidas en 8 regiones naturales, cada cual, con una infinidad de microclimas, costumbres, tradiciones, creencias, hablas, sistemas económicos, sistemas jurídicos especiales, etc., pocos reconocidos y casi ninguno integrado al sistema del estado.
Esta supuesta democracia, que nunca dejó de ser una dictadura; desde el imperio del Tawantinsuyuq hasta el Virreinato de Lima; desde la presumida llegada de la República hasta la sucesión de caudillos; desde la aristocracia hasta los militarismos; desde el capitalismo salvaje hasta hoy.
Este país, donde las personas están convencidas que finalmente la democracia, es solo un discurso farisaico, donde se blanquean un grupo de políticos y la dictadura es vista como algo normal; soporta en este momento el peor régimen de su historia. Se ha implantado una dictadura cívico-militar-empresarial-mafiosa-criminal y narcotraficante.
Los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial; las instituciones consideradas autónomas como el Tribunal Constitucional, Ministerio Público, Defensoría del Pueblo, SUNEDU, etc., sin olvidar las fuerzas armadas y policiales; están plagados de peones de los oligopolios y de las mafias, estos les financian multimillonarias campañas electorales y/o lujos extravagantes.
La élite económica peruana ha construido oligopolios en importación, exportación, explotación, salud, educación, telecomunicaciones, etc., superando en todos los rubros el 70% de concentración de capitales; han destruido por completo el libre mercado; a cada gobierno obligan entregar los ministerios según los rubros de sus oligopolios; manipulan los precios y a la población según sus intereses.
Esa élite clasista, mafiosa, bañada de narcotráfico, ha proliferado una concepción nefasta de la política; hizo creer a generaciones enteras que, luchar por los derechos fundamentales es innecesario y hacer política es corromperse; alejando a los mejores ciudadanos de la construcción de la nación y la justicia social. Así, los políticos mediocres, corruptos, criminales, narcotraficantes, apátridas, etc., deciden, no por el bien del país, sino por el bien de una élite lumpen de quienes son sus sirvientes.
El Perú es un estado fallido, necesita nacer a través de un nuevo contrato social que esté elaborado por todos y en democracia. La Tercera toma de Lima, es una marcha por la Democracia, es una lucha por un nuevo Perú.