Un ejemplar de árbol de Catahua (Hura crepitans), ha propiciado la creación de una carretera y la unión de parejas si se le visita en el anexo Los Ángeles de Río Blanco, en una parcela privada del distrito de Perené, provincia de Chanchamayo. Este árbol espera ser declarado árbol patrimonial por su antigüedad e importancia.
Este majestuoso árbol impresiona por sus dimensiones, con un diámetro de 2.42 metros, una altura de 28.5 metros y una copa amplia que alcanza los 21.9 metros de ancho. Su fuste cilíndrico y recto, desprovisto en gran medida de las espinas características de la especie, junto con su longevidad estimada en más de 600 años, lo convierten en un elemento único de la selva central peruana.
El Catahua es un testigo silencioso de los procesos históricos, culturales y ambientales de su entorno. Su edad lo vincula con eventos significativos como la presencia de comunidades indígenas, las campañas de evangelización, la construcción de las primeras carreteras y los cambios en el uso de la tierra. Aunque muchas áreas cercanas han sido deforestadas, este árbol sobrevivió gracias a la decisión de sus propietarios, quienes lo han protegido desde la década de 1980. Incluso entre 2018 y 2020, fue parte de un circuito de turismo vivencial que atrajo visitantes internacionales, maravillados por su tamaño y el misticismo asociado a la especie.
Además de su valor histórico y cultural, este ejemplar tiene una importancia científica significativa. Su longevidad y características particulares, como la caída de sus espinas, lo convierten en un modelo único para estudiar la regeneración natural, la flora y fauna asociada, y su papel como hábitat de diversas especies. Desde el punto de vista ambiental, destaca por su capacidad de mantener un ecosistema saludable, como lo demuestra la presencia de nidos de abejas en su base.
En la actualidad, la especie Hura crepitans se encuentra clasificada en “Preocupación Menor” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, su regeneración en estado natural se ha visto limitada por la deforestación y los cambios de uso del suelo. Este ejemplar es un símbolo de resiliencia y conservación en un entorno cada vez más amenazado, y su reconocimiento como árbol patrimonial es fundamental para garantizar su protección y destacar su valor histórico, cultural, científico y ambiental.